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  1 de Adviento
 


“Maranatha”, “Ven Señor Jesús”. (Homilía de 1er Domingo de Adviento)


Todo lo nacido acabará. Habrá fin. Terminarán las aves, los ríos, las lluvias, nuestras vidas, las estrellas, y los corales bajo el mar.
El universo entero se encamina, desde su origen, a su término.
Porque todo lo que ha comenzado, todo lo creado, todo lo enclavado en los límites del tiempo y del espacio, por su natural, lleva fin.
Y mientras sabemos que habrá fin, a su vez, se nos ha ocultado cuándo.
Y no saber cuándo y cómo acabará este mundo, no saber cuándo moriremos, inevitablemente nos pone en vilo, en alerta, en amorosa vigilancia.
Así, lo ha querido Dios ,que es Amor, y sabe lo que hace.

Esta feliz ignorancia nos obliga a vivir proyectándonos, a desplegar el ánimo explorador, a expandir los talentos, a colaborar en la obra creadora de Dios, a soñar como artistas, y sobre todo y más que nada a crecer en santidad.
Pues la razón de vivir, el sentido mismo de la vida, está en conocer, honrar, glorificar, y servir a Dios; y así llegar a participar de su misma divina Vida para siempre, en unión con Jesucristo, por quien y para quien todo fue creado.
 
En el tiempo de adviento, que hoy comenzamos, venimos a profundizar esta perspectiva. La mirada escatológica. La contemplación acerca del fin.
A la vez, nos preparamos como Iglesia a la conmemoración de la santa Navidad.
Es decir, miraremos en la fe las dos venidas de Cristo: la primera, histórica, y la segunda o Parusía, que vendrá a instaurar los cielos y la tierra nueva, el Reino definitivo de Cristo Amor.
Y por esto, el trasfondo de este tiempo de adviento está teñido de esperanza...
La serena alegría cristiana descansa en esta espera que nos hace clamar: “Maranatha”, “Ven Señor Jesús”.
 
Un género literario bíblico, llamado “apocalíptico”, era usado en tiempos de prueba y persecución, para consolar, a través de símbolos, a los seguidores del Dios verdadero.
Como si les dijera a los cristianos amenazados: ¡Tengan ánimo! ¡Cristo vencerá! ¡El es el Rey y Señor!, y aunque todo parezca que se hunde, él manifestará su poder y su Gloria.

Pero este poder y esta Gloria eran expresadas con toda clase de notas cosmológicas, como podemos encontrar en el pasaje que antecede al evangelio que hemos escuchado hoy, donde se describen la fuerza, la potencia, la pujanza, los ímpetus del Creador, y Juez del último Día, en imágenes cargadas de rayos, y sismos, y estremecimientos, y voladuras de astros, y temblores varios.
Era este un modo de animar a los pobres cristianos perseguidos, para indicarles quién es el Fuerte.
También hoy estas páginas vienen a consolarnos...
Porque Nerones nunca faltaron, ni Dioclesianos faltarán… hasta que él vuelva, y la historia acabe, y juzgue a las naciones, y de a cada uno lo que le corresponde.
¡Bendito sea el Señor!, que nos consuela en medio de todas las pruebas, purificaciones, noches del alma, dolores del amar, penas de la soledad, fatigas del peregrinar, tentaciones, y confesados pecados.
Porque sabemos en la fe que su fidelidad es inconmovible.
Y que por eso no hemos de temer.
Que él estará irrumpiendo cuando nos parezca que el mal gana la partida.
 
Porque el Cristo que ha venido a salvarnos, está viniendo a consolarnos.
Ahora, llega en el Espíritu. El último Día llegará en la visión cara a cara.
Y nos rescatará para la Vida, y “secará todas nuestras lágrimas, y no habrá, entonces, más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo esto habrá pasado”.
 
Sea nuestro adviento vivido en esta vena de fe, esperanza, y caridad. Amén.
 
 
 

 
   

                      

 
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