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  Natividad del Señor
 

 


 

  Ha nacido Cristo (Homilía Domingo de Navidad)

 


Un pesebre para Dios…

He ahí la imagen que dispara no pocos movimientos de ternura en el alma. Mociones y afectos de conmoción espiritual surgen espontáneamente. La alegría en la fe recorre el interior de los cristianos.

Un pesebre para el Emmanuel, un sitio apartado de los bullicios en la noche de Belén, para el Dios con nosotros.

Un modesto establo enclavado en una gruta, haciendo de precaria estancia para el Señor de los mundos.

Un pesebre para Dios…

Y un mudo buey de testigo, y cierta desconocida Luz, enteramente sobrenatural, cubriendo a la dulce Virgen en el parto.

El heno acomodado con delicado trato, y el pudor de José; su vigilancia nocturna conservando el fuego, las llamas que arrojaran calor sobre el precario sitio.

 

Sí. Dios ha venido al mundo como uno de nosotros, revestido de nuestra carne mortal, de fragilidad, y por entero, puro, e inexplicable amor.

Dios vino a buscarnos en Cristo para llevarnos a su seno incorruptible.

Ha nacido el Salvador, y nos vemos movidos al recogimiento  más que a los gritos.

Porque su Amor, por infinito nos pasma el alma, y los sentidos.

Porque su Misericordia, por inabarcable nos deja callados y agradecidos. Porque, en esta perplejidad, que la fe alcanza, se nos da una felicidad íntima, delicada, y profunda.

 

Es la Navidad, una fiesta sin estridencias…

Hecha de lágrimas benditas, de visitas de pastores, de cuidados maternales, de vigilancias nocturnas, de estrella peregrina y anunciadora, de ángeles cantores y felices.

Fiesta que se traspone, y en nuestro hoy nos convoca a la esperanza, a la paz, y a los simples y buenos propósitos, a los reencuentros familiares, a la alegría sólida, alegría de creyentes, gozo de saber que en Jesús hay redención, Vida nueva, y Gloria final para los fieles.

Cristo está entre nosotros, y nos busca, y nos quiere “pesebre” en este tiempo, para recostarse y poner en nosotros su admirable Luz, su ternura de Pastor, su mirada de Niño.

 

La Navidad pide pureza…

Nos pide confianza en el poder de Dios, la osadía de amar eligiendo lo más humilde, optando por la humildad, a la vez que nos anima a no desfallecer en las batallas, ni dar lugar al mal.

 

La encarnación que se iniciara en el silencio virginal de la dulce María, se muestra en Belén.

El que ha llegado al mundo comenzará a crecer, a sentir este universo, a dar gracias y a alabar al Padre que lo ha enviado, en un encaminarse firme hacia la Cruz, donde se operará el sacrificio, y la salvación de cada uno de nosotros.

 

Ha nacido Cristo. Ha elegido Dios el camino de la vida humana para darnos la elevación a su Gloria. A su esplendor de Amor. A su feliz eternidad.

Hoy nos ha nacido un Salvador…

Ya no estamos solos. Todo lo humano ha sido abrazado por Dios. También el sufrimiento y la muerte.

Ha nacido Jesús, y, por eso, hay una esperanza que se torna indestructible en aquellos que creyendo le dan la vida.

 

Sea la Navidad fiesta del gozo verdadero.

Sea esta Navidad lugar para el Señor que salva.

 

 

 

 

 
 
   

                      

 
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