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  Martirio de san Euplio
 



Martirio de san Euplio diácono, bajo Diocleciano, en el año 304



El martirio de Euplio, diácono en Catania, ocurrió en el 304, como se puede inferir de la indicación del consulado de Diocleciano y Maximiano y del hecho de que aquel había sido invitado a sacrificar a los dioses, según la orden del IV edicto imperial, emanado justamente ese año.
Naturalmente estaba todavía en vigor el edicto contra la guarda de los libros sagrados, porque el principal hecho imputable contra Euplio se refiere al evangelio, que el diácono había conservado y mostraba con altivez.
Las Actas nos han llegado en un breve texto latino que une la relación del arresto y de la primera confesión de Euplio y la del interrogatorio padecido entre las torturas.
Una frase del I capítulo "… estando fuera de la tienda del despacho del gobernador el diácono Euplio gritó: Soy cristiano y deseo morir por el nombre de Cristo", hace pensar que él no había sido arrestado, sino que se había denunciado espontáneamente, tal vez durante el interrogatorio de otros fieles; la hipótesis es confirmada también por las palabras del juez que lo entrega a los esbirros: "Puesto que su confesión es evidente…" (c. I), y parece inducido a proceder por la actitud del cristiano más que por una personal voluntad inquisitoria.
 
"Durante el noveno consulado de Diocleciano y el octavo de Maximiano, la vigilia de los idus de agosto, en la ciudad de Catania, estando fuera de la tienda del despacho del gobernador, el diácono Euplio gritó: 'Soy cristiano y deseo morir por el nombre de Cristo'.
Al oír esto, Calvisiano, procurador, dijo: 'Que entre la persona que ha gritado'.
No bien Euplio entró en el despacho del juez, llevando los evangelios, uno de los amigos de Calvisiano, cuyo nombre era Máximo, dijo: 'No está permitido guardar tales libros contra la orden imperial'.
Calvisiano preguntó a Euplio: '¿De dónde vienen estos libros? ¿Han salido de tu casa?'
Euplio respondió: 'No tengo casa. Lo sabe también mi Señor, Jesucristo'.
El procurador Calvisiano repuso: '¿Tú los has traído acá?'
Euplio respondió: 'Los he traído yo, como lo ves tú mismo. Me han encontrado con ellos'.
Calvisiano ordenó: 'Léelos'.
Abriendo el evangelio, Euplio leyó: 'Bienaventurados los que sufren persecuciones por la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos' y, en otro pasaje: 'Quien quiere venir en pos de mí, tome su cruz y sígame'.
Mientras leía estos y otros trozos, Calvisiano preguntó: '¿Qué es todo esto?'
Euplio respondió: 'Es la ley de mi Señor, que me ha sido confiada'.
Calvisiano insistió: '¿Por quién?'
Euplio respondió: 'Por Jesucristo, Hijo del Dios viviente'.
Calvisiano intervino nuevamente diciendo: 'Puesto que tu confesión es evidente, sea entregado a los ministros de la tortura y sea interrogado entre los tormentos'.
Cuando fue entregado a aquellos, comenzó el segundo interrogatorio en medio de las torturas.
Durante el noveno consulado de Diocleciano y el octavo de Maximiano, la vigilia de los idus de agosto, el procurador Calvisiano le dijo a Euplio, que estaba siendo atormentado: '¿Qué repites ahora de lo que declaraste en tu confesión?'
Trazándose sobre la frente la señal de la cruz con la mano libre, el mártir respondió: 'Lo que he dicho antes lo confirmo ahora: yo soy cristiano y leo las divinas Escrituras'.
Calvisiano rebatió: '¿Por qué no has entregado estos libros, que los emperadores han prohibido leer, sino que los has tenido contigo?'
Euplio dijo: 'Porque soy cristiano y no me estaba permitido entregarlos. Para un cristiano es mejor morir que entregarlos; en ellos está la vida eterna. Quien los entrega pierde la vida eterna y yo, para no perderla, ofrezco la mía'.
Calvisiano repuso diciendo: 'Euplio que, desacatando el edicto de los príncipes, no ha entregado las Escrituras, sino que las lee al pueblo, sea torturado'.
Entre los tormentos Euplio dijo: 'Te doy gracias, Cristo. ¡Protégeme, porque sufro todo esto por ti!'
Calvisiano lo exhortó con estas palabras: 'Desiste de esta locura, Euplio. Adora a los dioses y serás liberado'.
Euplio respondió: 'Adoro a Cristo, detesto a los demonios. Haz de mí lo que quieras; soy cristiano. Por largo tiempo he deseado esto. Haz lo que quieras. Aumenta mis tormentos. Soy cristiano'.
Hacía rato que duraba la tortura cuando Calvisiano ordenó a los verdugos que la suspendieran y dijo al mártir: '¡Infeliz, adora a los dioses! ¡Venera a Marte, Apolo y Esculapio!'
Respondió Euplio: 'Yo adoro al Padre, al Hijo y al Espíritu santo. Adoro a la santísima Trinidad, más allá de la cual no existe ningún Dios. Perezcan los dioses que no han creado el cielo, la tierra y todo lo que en ellos se contiene. Yo soy cristiano'.
El prefecto Calvisiano insistió: '¡Sacrifica a los dioses y serás liberado!'
Euplio respondió: 'Precisamente ahora me ofrezco a mí mismo en sacrificio a Cristo Dios. No existe ningún otro sacrificio que yo deba cumplir. En vano intentas hacerme renegar de la fe. Yo soy cristiano'.
Calvisiano ordenó que fuera torturado más todavía y más violentamente. Mientras era torturado Euplio dijo: 'Te doy gracias, oh Cristo, socórreme. ¡Cristo, sufro por ti esto, por ti, Cristo!'
Repitió varias veces estas invocaciones y, cuando las fuerzas le iban faltando y estaba ya sin voz, decía tan solo con los labios estas y otras plegarias.
Entrado al interior de la oficina, Calvisiano dictó la sentencia y, salido, leyó el acta que había llevado consigo: 'Ordeno que Euplio, cristiano, que desprecia los edictos de los príncipes, blasfema contra los dioses y no se arrepiente de todo esto, sea ejecutado. Condúzcanlo al suplicio'.
Al cuello del mártir le fue colgado el evangelio con el cual había sido encontrado en el momento del arresto y el pregonero iba diciendo: 'Euplio, enemigo de los dioses y de los soberanos'.
Alegre, Euplio repetía constantemente: '¡Gracias a Cristo Dios!'
Llegado al lugar de la ejecución, se arrodilló y oró largo rato. Dando después nuevamente gracias al Señor, ofreció su cuello y fue decapitado por el verdugo.
Su cuerpo fue recogido luego por los cristianos, embalsamado con aromas y sepultad (de las Actas del martirio de Euplio, en BHG -Bibliotheca Hagiographica Graeca-, I, p. 192-193).



 
 
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